El regalo del Amor

“EL REGALO DEL AMOR”

En esta unidad abordamos diversos temas de gran importancia:

*Cómo debe ser el amor auténtico de pareja, la esencia del matrimonio y los valores de la familia.

*La afectividad y la sexualidad en la vida de las personas y su relación con el amor.

*Algunas orientaciones para vivir la sexualidad de forma madura, como fuente de plenitud y de comunión.

Como hemos visto en temas anteriores, Dios, en la propia esencia de su ser, es COMUNIDAD de

AMOR, un misterio de Comunión trinitaria. Su unidad perfecta y su acción se realizan en la diversidad, en la pluralidad y en la complementariedad, siendo fuente de vida y creadora de vida. El Génesis nos dice que “Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza, varón y mujer los creó”. Adán y Eva, figuras representativas de toda la humanidad, no son imagen de Dios cada uno por separado, sino en comunión y complementariedad, porque así es su Creador. Por tanto, la diferencia de sexos se convierte en una Unidad fecunda y creadora. El varón y la mujer se atraen mutuamente, buscando complementarse. Cada uno necesita del otro para llegar al desarrollo pleno - como personas - expresando y viviendo profunda y totalmente su necesidad de amar, de entrega total. Esta necesidad los lleva a unirse en matrimonio, y así construir una nueva comunidad fecunda desde el amor, que implica el compromiso de ayudar al otro en su crecimiento y a alcanzar la Salvación. Esta ayuda mutua se debe hacer aportando lo que cada uno tiene y apoyándose el uno al otro, aunque surjan conflictos por no tener los mismos objetivos en un momento dado. Cada uno debe aceptar al otro como es y cumplir con las responsabilidades propias de cada quien. “El amor que lleva a un varón y a una mujer a casarse es un reflejo del amor de Dios y debe de ser fecundo” (Gaudium et Spes 50). Los hijos son fruto del amor de sus padres, como también nosotros somos fruto del amor de Dios. San Pablo habla del matrimonio como un "gran misterio" (en el sentido de profundidad necesidad de reflexión) y lo refiere al amor esponsal de Cristo a su Iglesia, desde un profundo respeto a la libertad y con una exquisita delicadeza. Así deben ser las relaciones familiares entre los cónyuges y entre padres e hijos. “Los fines del matrimonio son el amor y la ayuda mutua, la procreación de los hijos y la educación de estos” (CIC. 1055; Familiaris Consortio 18; 28).

La sexualidad humana es mucho más que el instinto sexual, es un componente esencial de la

personalidad y, vivida de forma madura, no se reduce a mera genitalidad, sino que es relación,

afecto, ternura y comunicación. El acto sexual es un lenguaje de amor donde toda la persona

se expresa a través del cuerpo entero, no sólo de una parte. Toda relación sexual, para que sea

auténtica, debe poseer una dimensión vinculante, ser expresión de un amor verdadero y, por

tanto, realizarse en el clima de un proyecto de vida compartido en una entrega mutua, estable,

total, definitiva, madura y responsable.